La ropa no sólo cumple una función práctica y estética, también posee el poder de alterar nuestro comportamiento, percepción y hasta habilidades cognitivas. Son varios los estudios que demostraron que la vestimenta puede potenciar o disminuir capacidades como la atención, el razonamiento analítico y la resolución de problemas.
Uno de los más famosos fue realizado por Adam Galinsky y publicado en el Journal of Experimental Social Psychology. Reunió a un grupo de estudiantes y les asignó al azar batas de laboratorio o ropa informal. Luego midió su desempeño en una prueba de atención y descubrió que quienes tenían la bata blanca cometían mucho menos errores.
En otro experimento, les dijo a ciertos voluntarios con bata que eran “batas de médico” y a otros con la misma bata que eran “de pintor”. Sometidos a una prueba de atención visual, el grupo con bata de médico obtuvo mejores resultados.
Según Galinsky, esto se debe al fenómeno de “cognición corporal”: nuestra vestimenta envía señales a nuestro cerebro que activan asociaciones, expectativas y por ende, comportamientos. Así, la bata blanca activa un marco mental de rigor, exactitud y concentración propio del ámbito médico.
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Más allá del impacto en habilidades duras como la atención, nuestra ropa también afecta sensiblemente el estado anímico y la autovaloración. Ponernos prendas que nos quedan bien, nos sientan y transmiten seguridad, tiene un efecto inmediato en la autoestima y energía.
Un estudio de la Universidad Estatal de Ohio midió la actividad cerebral y niveles hormonales de voluntarios antes y después de ponerse ropa que los hacía sentirse atractivos. Los resultados fueron contundentes: aumentaron los niveles de serotonina, dopamina y testosterona, responsables de mejorar el ánimo y la confianza.
Otro experimento consistió en pedirles a los participantes que se describieran a sí mismos vistiendo ropa formal o informal. Quienes imaginaron trajes elegantes se percibieron como más capaces, dignos e inteligentes.
En definitiva, la ciencia demuestra que nuestro guardarropa ejerce una influencia tangible en nuestro desempeño, energía anímica y amor propio. Un cambio de atuendo puede catapultarnos de un estado de ánimo bajo a sentirnos poderosos y seguros. Así que prestemos más atención al mensaje que nuestras prendas envían a nuestra mente y espíritu. ¡El poder está en tus manos! O mejor dicho, en tu armario.